La PARROQUIA DE SAN ALBERTO MAGNO, nace gracias al tesón de la comunidad de los barrios José Joaquín Vargas y la Virginia, con el apoyo del primer párroco Juan Alberto Díaz por el año 1967- 68 quienes, junto con su consejo parroquial consiguieron el lote en donación por la beneficencia de Cundinamarca, pues las personas tenían que recurrir a la parroquia San Fernando Rey y a San Miguel, en los barrios san Fernando y Modelo respectivamente para la celebración eucarística; una vez adquirido el lote, las misas fueron campales, en casas de familia, o en la Fundación del Niño Jesús
Bendice la primera piedra Monseñor Aníbal Muñoz Duque y el padre Juan Alberto Díaz, en solemne misa campal el 16 de junio de 1968. El entusiasmo de la gente por tener su propio centro de celebración de la fe, los motivó para organizar bazares, justas deportivas rifas, donaciones, actos culturales, coca colas bailables entre otros. Esto generó una profunda experiencia de unidad, solidaridad y participación comunitaria.
Durante catorce años fue nuestro párroco el padre Alberto Reyes Fonseca, quien, con su carisma, sencillez, humildad, sentido de organización alegría, amor por la música y dedicación por los jóvenes, formó el grupo 58 Scout del J.J. Vargas y la Virginia junto con la constancia y firmeza de los vecinos dirigió e impulsó la construcción de la casa cural y del templo. Su perfil de pastor dejó en los corazones de los feligreses, valores como la amistad, el servicio y la participación.
Lo sucede el padre Alberto José Ojalvo Prieto, quien a lo largo de cuatro años se dedicó con esmero y gusto artístico a concluir la obra, dándole al templo un estilo moderno y acogedor, adornado con un hermoso vitral central representando la última cena y un vitral lateral que permite una magnifica entrada de luz, puso el mármol del altar y se preocupó por seguir educando la comunidad en los valores de la vida cristiana. Nos enseñó, sobre todo a amar la Eucaristía.
Continúa construyendo la historia de nuestra parroquia el virtuoso Monseñor Isaac Montaño, quien contó con la colaboración de los Padres Álvaro Sánchez y Hernán Báez. Integraron el ambiente y el espacio de la casa de Dios con una amplia nave rodeada de madera semejando un aprisco, construyeron el confesionario personalizado en vidrio, trabajaron con los jóvenes, formaron el coro juvenil y el grupo universitario.
El padre Darío Álvarez Botero, 1995-1998 remodeló la casa cural y el despacho parroquial. Motivó y ejecutó el estudio de la Palabra mediante los cursos Bíblicos información de matrimonios de extranjeros. Dejó en la comunidad la huella de su alegría y de su sencillez.
El Padre Tomás Arturo Franco Rueda, al tiempo que organizado y exigente, buen administrador, se preocupó por la seguridad parroquial, puso la verja exterior, apoyó con su presencia y directriz las pequeñas comunidades y grupos de oración, formados en la parroquia.
Después tuvimos como pastor al padre Jesús Alberto Pinzón Calderón, hombre de oración, muy carismático, servicial, sencillo, grande de espíritu. Construyó el oratorio, reforzó la estructura, e hizo la rampa de servicio a los adultos mayores. Motivo y apoyo la capacitación y actualización de laicos y de los diferentes grupos pastorales
Monseñor Álvaro Vidales Bedoya, Conocedor de su misión pastoral de formar comunidad fraterna, en adhesión permanente a Jesús, en el compromiso y en la vivencia de la Palabra en la vida cotidiana, lo cual se refleja en las homilías. Nos convocó a celebrar unidos los acontecimientos de Iglesia: Año de la Fe, Jubileo Arquidiocesano, Plan de Evangelización.
Al tiempo que se mostró empeñado en consolidar la comunidad, adelantó tareas de adecuación de salones para catequesis y mantenimiento del Centro Parroquial.